viernes, 18 de septiembre de 2009

19 Sep: Noche Blanca

Esta noche me sacan a la calle las ganas de componer en ti un arte nuevo, de impactar al mundo con las dementes texturas de los besos que he creado para ti.
Olvidaré que el espacio de un lienzo es finito y me perderé en tus labios para plasmar en ellos los colores de este sentimiento.
De entre todas las luces que hoy enciende Madrid, me abrazaré a ti. Eres tú, luz blanca, todo el arte que necesito para vivir.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Casualidades necesarias


Cuando salta la canción adecuada en el momento adecuado durante mis expediciones urbanas empiezo a pensar que tal vez mi ipod está vivo; que escucha mis pensamientos y busca en su biblioteca la canción que conjunta con la curvatura de mi sonrisa. ¿Modo aleatorio?
Recibir un "te quiero" esemeseado cuando la alegría pierde cobertura en un Metro lleno de rostros apagados... ¿Casualidad o suceso oportuno?
Son estas las casualidades necesarias para seguir creyendo que cada día puede sorprendernos desde el primero hasta el último de sus minutos. Por más pequeña que sea la esperanza, si hay un pequeño rincón por el que pueda colarse, la felicidad puede llegar. Perderíamos lo que somos y nunca llegaríamos a donde queremos llegar si no creyésemos en que cosas maravillosas pasan a todas horas y en cualquier lugar.

Vagones

Odio a los que tocan en el metro. Siempre he pensado que acaban con la libertad de no querer escuchar música o de escuchar la que uno quiera. Sin embargo, la semana pasada, en un vagón lleno de gente mustia por no estar de vacaciones, subió un brasileño a tocar Color Esperanza de Diego Torres... y me tocó la fibra. Dijo que si no teníamos dinero, también podíamos colaborar con una sonrisa, pero yo decidí buscar unas monedas en mi monedero. Lamentablemente sólo se pudo llevar una sonrisa.
Esta noche al volver del trabajo había en el tren un hombre tocando la quena andina (ese instrumento que parece una colección de muñecas rusas de flautitas de madera). Como yo tenía los cascos puestos no fuí capaz de escuchar ni lo que tocó ni lo que dijo. Una chica sentada frente a mí, le dío unas monedas, además de una sonrisa. La muchacha en cuestión iba bien vestida, cosmopolitan-mente vestida... era bastante guapa. No sé si por ello fue que me sorprendió más ver cómo empezaba a llorar disimuladamente. Tuvo que bajar en la siguiente parada.