domingo, 12 de abril de 2009

¡Ouch!

Una hora y media al teléfono y sensación de incredulidad. Posiblemente he escuchado las palabras más duras sobre mí en los últimos años. Conclusiones sobre mi persona a las que seguramente más de una persona de mi entorno ha llegado pero que nadie me ha dicho por discreción o por miedo a que deje de hablarles.
¿Se le puede echar en cara a alguien que el tiempo lo haya cambiado? ¿Cuándo empezamos una relación de amistad esperamos que la otra persona tenga una personalidad inmutable en el tiempo? Las cosas en general suelen cambiar, algunas veces a mejor, otras a peor. ¿Por qué nos exigimos saltarnos esa regla y SÓLO ir a mejor? En realidad no me lo exijo yo, es un gran amigo quien me pide que restaure mi sistema y vuelva a ser la chica que era antes, como dice él: más pragmática, sin miedo a equivocarme.
No creo que tenga la prepotencia suficiente para llegar a pensar que lo que he aprendido en este último tramo me sirva para no equivocarme -porque seguiré equivocándome-, pero quiero equivocarme mejor; y si he de tropezar, tropezar en nuevas piedras.
Más pragmática, dice. Posiblemente lo era, pero el tiempo también te enseña cuáles son los enfoques equivocados o, al menos, los no funcionales; así cada uno se va creando una visión propia de la vida.
También me echó en cara verme en una pose que no sabe de donde he sacado. ¿Realmente cambiamos porque aprendemos, o todo se reduce a una pose producto de un mecanismo de defensa? ¿Hasta que punto seguimos siendo lo que eramos en nuestro estado inicial? ¿Es que estoy fingiendo ser diferente ahora?
En fin, tal vez incursione de vez en cuando en mi viejo pragmatismo, si tanto lo echan de menos.
Cambiar a mejor o cambiar a peor. Esto es muy ambiguo. Puede que tan sólo cambiemos a diferente.


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