sábado, 3 de octubre de 2009

Infusión de madrugada

Mi taza se marea en el microondas como en una atracción de feria mientras yo enredo con mi pelo mirando los rincones de esta cocina como si fuera la primera vez que estoy en ella. Las excursiones nocturnas a una cocina siempre tienen algo de clandestino y prohibido.

El reloj de la pared se preguntará por qué he encendido la luz a estas horas. ¿Qué derecho tengo de interrumpir el sueño a este trabajador de 24 horas? Pues no lo sé. Cierto es que últimamente los trabajadores estamos más que puteados. Hacemos puenting con la soga de la temporalidad en el abismo que nos abrió la palabra que empieza con C y acaba con nombre de diosa egipcia. Mmm… va a ser que pensar en esto es lo que no me deja dormir. Sin duda el reloj de mi cocina tiene suerte: tiene contrato indefinido.





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