jueves, 25 de diciembre de 2008

De príncipes azules

Lejos de cualquier creencia moderna de que no existen, hay muchos. Están en todas partes y son un peligro. Altamente nocivos (al menos para mí)

Tan sólo un príncipe cianótico puede...

  • Hacerte sentir como en el baile de la Cenicienta con tan sólo dedicarte un bailecito de "Lady Marmalade" en una discoteca atiborrada de gente.
  • Echarte el San Francisco encima porque se ha convertido en un flan de 1.80 por los nervios del primer beso. (Te llevaras de recuerdo la toalla que robó de ese local de moda para secarte el vestido.)
  • Darte un abrazo capaz de hacer desaparecer el resto del mundo a tu alrededor.
  • Llevarte a contemplar la ciudad desde lo alto de un mirador una noche de luna llena, descubriendote los edificios y monumentos como nunca los habías visto.
  • Darte besos en la frente.
  • Acariciarte con ramitas la nariz.
  • Hacerte carantoñas como si tuvieras 2 años y no veintitantos.
  • Llevarte donnuts a la cama para desayunar.
  • Enseñarte a jugar a los dardos mientras te alienta con besos, abrazos y segundas oportunidades para lanzar. (Por mala que seas, para él siempre serás perfecta y merecedora de un "te quiero" susurrado al oído.)
  • Inventarse cuentos para que duermas. Serás la protagonista, metamorfoseada en ardillita o cualquier otro bicho.
  • Saber cuál es tu helado favorito.
  • Llamarte por ese nombre cursi y dulce que un nefasto día inventó para ti.

Lo malo de todo esto: lo que te elevan los pies del suelo es la hostia que te pegaras cuando algo les perturbe y despierten del sueño. En ese sentido, el amor debería ser ciego eternamente. Mis principes azules siempre se han hecho el láser. Definitivamente peores que los chulos de discoteca. Además, aquella canción tan especial pasará a ser una de las más detestadas.

2 comentarios:

drapaira dijo...

vaya, te has enamorado?y de un "principe cianótico"???
espero q vuestra canción no sea la de yann, buahh :(((

la chica dual dijo...

qué va! no te suenan estas situaciones? :) son muchos y nadie.