miércoles, 15 de abril de 2009

En cajas

Soy el caos hecho persona. Posiblemente algún cable se me cruzara hoy para hacer una limpieza a fondo. Por primera vez desde que habito aquí, en mi nueva habitación, he hecho una distribuición eficiente del espacio, o de mis cosas en el espacio, eso según se mire.
He aprovechado cajas de ositos y cajas de colores que compré en la liquidación de mi tienda de hogar favorita. Da gusto ordenar facturas si la caja es visualmente atractiva (Sí, mis motivaciones para ordenar no difieren mucho de las de los niños que salen en Supernanny).
Mi caja de recuerdos está llena, y no es una metáfora. No cabe nada más en ella. Está llena de trocitos de cartas de mis amigos del colegio. Cuando tuve que marchar de mi país hace doce años, me llenaron de cartas de despedida; y eso que yo pensaba que todos me odiaban por empollona. En la caja de recuerdos, que ha cambiado de marca de calzado y de tamaño en el tiempo, hay lugar para muchas cosas más: una brújula, un viejo llavero con una foto de mi hermana, unas semillas de árbol, las dedicatorias del instituto, fotos mías de las que me avergüenzo, algún ticket, una tabla de conversión pesetas/euros..., y mil barbaridades más. Ya buscaré algún criterio de criba mejor para decidir guardar algo en esta caja. Siempre lo digo, nunca lo hago...
Si lo pienso detenidamente, nada de lo que tengo en aquella caja tiene una verdadera función. Supongo que todas ellas tienen la misma función: teletransportar sonrisas del pasado desde la simple contemplación. Dios bendiga la memoria y las cajas de zapatos.
He encontrado paz interior ordenando mis libros por tamaño descendente. Me gusta como huele el incienso en el orden. Puede que todos los disgustos que mi desorden dió a mi madre hayan valido la pena. ¿Me hago mayor?

1 comentarios:

drapaira dijo...

crecer, hacerse mayor??eso es algo que nunca hace una chica disney!!!!