lunes, 6 de julio de 2009

Travesuras a destiempo

De pequeña mis proezas solían justificarse con un "¡Mira mamá!" que ella respondería con halagos a mi construcción de LEGO, al peinado de mi muñeca o al dibujo de turno donde su vestido era un triángulo azul y nuestra casa tenía techo a dos aguas.
El tiempo ha pasado y tampoco es que las cosas sean tan diferentes. Ayer me sorprendí jugando con un horno de verdad, echando especias al azar y esperando la llegada de mi padre para recitarle el menú y mirando de reojo a ver qué cara ponía al probar la perca. Hace unos años ese pescado hubiera estado sobre un plato fucsia de la vajilla de Barbie, pero a cambio ahora tengo un camisón de Hello Kitty que hace menos sofocantes las tareas culinarias en pleno verano.
Es genial ser mayor y tener licencia para cocinar (cuidando el hecho que experimiento con animales.. con humanos concretamente), para cortarme el pelo a mi misma sin que teman que vaya a sacarme un ojo (lo de los resultados estéticos es otro tema), para comprarme todos los pijamas infantiles y antieróticos del Oysho (dentro de las limitaciones económicas de los tiempos que corren), comer tarta de chocolate siempre que quiera (dentro de los límites de la talla 38) y otras tantas cosas que me hacen sentir que estoy viviendo peligrosamente entre los límites de la madurez y la frescura de edades más tiernas.
¡Qué le vamos a hacer! A mis padres les convence mi cocina y me dejan hacer todo lo que quiero...




1 comentarios:

drapaira dijo...

jajaja q bobina