jueves, 11 de febrero de 2010

Bailando con buitres

Me encanta bailar dándolo todo y rozando la lumbalgia, aunque no entiendo de pasos y como gogó seguramente moriría de hambre. A veces me siento bicha rara por estos arranques bailones y me acuerdo de Mónica de Friends bailando cuando estaba gorda, y ni por eso he dejado de hacerlo.



No tener miedo al ridículo e ignorar las miradas de los raboescáneres masculinos basta para animarse a bailar toda la noche hasta que pinchen el YMCA de los Village People. Porque este es otro problema: ¿Tan difícil es ver bailar a una chica sin pensar que el objetivo es calentar al personal? No me dejaría la espalda bailando reggeaton por llamar la atención de machos alfa pero sí una cervical con el Satisfaction de los Rolling. Es un derecho legítimo que me gustaría ejercer sin que mi novio tenga que comprar una cinta amarilla DO NOT CROSS a la policía de Kentucky para ponerla alrededor mío cuando salga a la pista.
Que los chicos bailen sólo para arrimar cebolleta o acercar posiciones no significa que este razonamiento lo sigan las féminas también. Lo mío no es una maniobra de aproximación, tan sólo busco evadirme por unas horas. Olvidar, por ejemplo, el precio de las copas.